Un poco de historia de las energías florales.

La primera comprobación del Dr. Bach de la energía de las flores fue a través de las gotas de rocío depositadas en los pétalos, para poder recolectar esta energía sustituyó el rocío por otro medio líquido, el agua pura de manantial. Comprobó que el sol ejercía un efecto importante en esa transferencia vibracional y curativa sobre el líquido. Ante esto, cortó las flores en su máxima expresión de floración y las depositó en un recipiente de vidrio con la misma agua, dejándolas al sol durante varias horas. Luego retiró los pétalos cuando comenzaban a marchitarse, almacenó el agua impregnada en un frasco con un poco de brandy y creó así la esencia “madre”, base para la preparación de los concentrados de uso masivo.

A este método lo conocemos como “solar” con el que preparó las primeras diecinueve esencias. Con las diecinueve restantes utilizó método de “ebullición” donde las flores se recogen del mismo modo que en el solar pero luego los pétalos se hierven, se filtra ese concentrado y se envasa de la misma manera. Este segundo método se desarrolló para aquellas flores con menor exposición solar. Las primeras diecinueve esencias corresponden a tipos básicos de personalidades, son las cualidades temperamentales de cada ser. Las diecinueve restantes son espiritualizadas, tienen que ver con la respuesta ante la vida y por la forma de reaccionar.

Dividió este ensamble de treinta y ocho esencias en siete agrupamientos que responden a siete grupos humanos con modalidades de forma de ser similares entre sí. A su vez, cada flor se distingue por su método de obtención y, si es de tipo “caracterológico” (que hace a la esencia del ser), o si es de tipo “transitorio” (que hace a una circunstancia en particular que está experimentando). De hecho todas las flores pueden ser caracterológicas o transitorias a la vez.

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